Alexander McQueen vuelve a apostar por la silueta que tanto éxito dio a la firma. El busto resalta, la cintura se ciñe y la cadera adquiere gran volumen. La mitad final del desfile se llena de vestidos.
Cortados por debajo de la rodilla o largos hasta los pies, estos parecen salidos del Versalles de Maria Antonieta, allá por el s.XVIII. La parte superior queda ajustada por magníficos corsés que llegan a su punto más álgido cuando se construyen de carey, material también utilizado en rígidos peplums, cinturones y collares. Las faldas se componen de volantes y drapeados, y la estructura típica victoriana queda al descubierto.
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